LETRAS DESNUDAS
MARIO CABALLERO
No es una exageración, y mucho menos un error, que la nota de ayer del Diario de Chiapas haya tildado a Carlos Morales de empleado de Veolia. Claro, es una representación simbólica, aunque eso no le quita nada de certeza al calificativo. El epíteto describe a pie juntillas el entreguismo del alcalde de Tuxtla Gutiérrez hacia esa empresa a la que durante los dos años de su gobierno le ha otorgado contratos millonarios al margen de la ley.
Porque ¿qué es un empleado? Si no una persona que se encuentra vinculada a una organización. Es alguien que por así convenir a sus intereses entrega su tiempo y esfuerzo, su inteligencia y sudor, a favor de una empresa, y a ésta le es leal en todo sentido. Por lo mismo, la defiende, la protege y procura que sus ganancias no mermen, sino crezcan.
Porque en la medida en que a ésta le vaya bien, el empleado se beneficia con un sueldo o un pago.
El alcalde Morales está vinculado a Veolia a través del contrato que el
Ayuntamiento tiene con ésta desde el 2006. Empero, su entreguismo no es sino la cúspide de la corrupción en el gobierno tuxtleco. Es el reflejo de un gobernante que no ha sabido
controlar sus impulsos, que no siente respeto por la norma, que ha soltado la rienda a su ambición. Es la forma con la que demuestra su desapego a los postulados de la Cuarta Transformación: no mentir, no robar, no traicionar.
Pero, sobre todo, es la manera con la que desacredita el combate a la corrupción y la impunidad que emprendió el presidente Andrés Manuel López Obrador y que fueron las banderas con las que él mismo, Carlos Morales, logró ganar la presidencia municipal tras
haber perdido dos elecciones anteriores.
FAVORITISMO E INCONGRUENCIA
Traer a cuenta el favoritismo que Morales Vázquez tiene con Veolia importa porque pone en evidencia su inmoralidad y falta de congruencia.
En la narrativa gubernamental él presume no ser como Juan Sabines Guerrero porque jamás usaría la presidencia municipal para promover sus pretensiones políticas. Él
no es Samuel Toledo porque nunca llenaría de aviadores la nómina municipal. Él no es Fernando Castellanos porque no permitiría la corrupción auspiciada y fomentada desde el gobierno.
Morales repite en cada oportunidad que –en comparación con sus antecesores- él es un artífice del cambio, que sus intenciones son nobles, que sus colaboradores son intachables, que su gobierno no encubre ni solapa y que su objetivo es entregar una mejor ciudad a los tuxtlecos, la terca realidad lo desdice.
Aunque siga gritando que él no le debe nada a nadie, no puede negar que si ganó la alcaldía capitalina fue por las promesas del presidente López Obrador. En especial aquella
que decía que donde quiera que MORENA y sus aliados fueran gobierno se acabarían los compadrazgos, los amiguismos, la connivencia entre los políticos y los empresarios.
Quizá nadie ignora que por muchos años muchos empresarios fueron protegidos por el gobierno. Mientras los pequeños comerciantes luchaban por sobrevivir ante la desigual competencia en el mercado, unos cuantos se convertían en monopolios u oligopolios gracias a los millonarios contratos que obtenían con los gobernantes. Muchas grandes fortunas en México se explican no por la competitividad de los empresarios, sino por la estupenda relación que tuvieron con los gobernantes en turno, es lo que se conoce como capitalismo de cuates.
En lugar de eso –decía AMLO- se inauguraría una nueva etapa en el ejercicio del poder, en la que respetando la legalidad el reparto de la riqueza sería equitativo, justo, dando prioridad a los pobres y apoyando a los micro, pequeños y medianos empresarios.
Después de dos años de 4T es claro que esto no va a ocurrir. Por el contrario, muchos morenistas que hoy encabezan un gobierno municipal o estatal le han dado prioridad a su relación con los grandes empresarios, entre ellos se encuentra Carlos Morales Vázquez.
Entretanto él niega apoyos a los comerciantes locales y establece incrementos a los impuestos en plena pandemia, también perpetúa las peores prácticas del pasado.
El presidente López Obrador prometió barrer los escalones de arriba para abajo, y
Carlos Morales enloda la escalera sobre la cual está parado, haciendo lo mismo de siempre.
Acusó a Fernando Castellanos de haber sido un alcalde corrupto y ladrón, y su gestión está señalada de estar repleta de amigos enriquecidos, botines repartidos y adjudicaciones directas en vez de licitaciones transparentes. El capitalismo de cuates fomentado por el edil de Tuxtla no combate; hace suyo.
CONTUBERNIO CON VEOLIA
El contubernio que Carlos Morales tiene con Veolia es fruto del capitalismo de cuates.
¿Para qué modificar el contrato original si las cosas siguen estando a favor de esa empresa y no de la ciudadanía? ¿Por qué desistir de los juicios que los anteriores presidentes municipales interpusieron contra Veolia por la contaminación y el riesgo a la salud pública que su mala administración y servicios provocaron en predios, arroyos y en las personas? ¿Por qué el gobierno municipal reconoció una deuda con esa empresa que se consideraba improcedente? ¿Por qué beneficiar a dicho consorcio con contratos directos cuando otras empresas ofrecen mayor calidad y mejor precio en los productos?
Por investigaciones del Diario de Chiapas y de la regidora Adriana Guillén, se documentó que Carlos Morales ordenó la aprobación del pago de 160 mil pesos a Veolia para la realización del estudio que determinaría el número de camiones recolectores de basura necesarios para el servicio en la ciudad, eso cuando dicha compañía se había comprometido en el contrato a cubrir todos los gastos referentes al nuevo esquema de recolección, desde el diseño de rutas, instalación de contenedores y hasta la renovación del parque vehicular. Ahí una prueba de la corrupción y complicidad entre ambas partes.
Otra prueba de la corrupción y del favoritismo hacia Veolia es la compra de 3 mil 834 contenedores de basura por más de 28 millones de pesos por adjudicación directa.
Empresas como Contenur España, Sulo o Mecaplastics venden dichos contenedores a un precio aproximado de 5 mil 900 pesos y de una calidad mayor, pero el gobierno de Morales decidió pagar a Veolia 7 mil 333 pesos por cada uno. ¿Dónde está el beneficio tan cacareado? Nunca hubo tal.
La última evidencia de la prevalencia del capitalismo de cuates de Carlos Morales es la compra directa de mil 100 contenedores que hizo a Veolia en días recientes por más de 10 millones de pesos. La exigencia de que fueran instalados durante los dos días siguientes a la firma del contrato no es más que un pretexto, absurdo por supuesto.
Veolia no tiene el espacio para almacenar tal cantidad de contenedores ni la capacidad técnica para instalarlos en tan poco tiempo. Si en los más de 14 años no ha sido capaz de regularizar el manejo de los residuos en el relleno sanitario bajo su administración, menos podrá realizar dicha instalación en 48 horas.
Por ese proteccionismo y esa forma de otorgar contratos no hay duda de que Carlos Morales es un empleado de Veolia. Pasó de ser alcalde de la ciudad más importante de
Chiapas a gato de una empresa extranjera. ¡Chao!
yomariocaballero@gmail.com