Leonardo Kourchenko
Resulta una pena, una vergüenza médica de proporciones épicas por el daño y el impacto entre la población, el desempeño profesional del doctor Hugo López-Gatell.
“Cómo digo una cosa, digo la otra” es uno de los apotegmas clásicos del inolvidable personaje de comedia mexicana. Esa capacidad para el ‘cantinfleo’ nacional –otro clásico del humorismo hispano– para cambiar las expresiones, afirmar una cosa y al mismo tiempo exactamente la contraria.
Resulta una pena, una vergüenza médica de proporciones épicas por el daño y el impacto entre la población, el desempeño profesional del doctor Hugo López-Gatell en el manejo de la pandemia. No encuentro un solo experto clínico, epidemiólogo, infectólogo o director de hospital público o privado que defienda su gestión. Existe un amplio consenso en calificar no sólo como deficiente, algunos pronuncian la palabra ‘criminal’ el ejercicio sanitario del susodicho Gatell al frente de tan delicada responsabilidad asignada por el presidente.
“México alcanzará una cifra cercana a ocho mil muertos” (sic López-Gatell).
“Los números más recientes nos indican pronósticos cercanos a los 36 mil muertos” (sic López-Gatell).
“Sólo morirán el 2 por ciento de los mexicanos” (sic López-Gatell). Afirmación por demás escandalosa, considerando que rayamos los 128 millones de mexicanos, lo que arroja una cifra de muertos –según el prestigiado galeno– de 2.5 millones de mexicanos como decesos. ¡Increíble! que un funcionario afirme tamaña locura y lo minimice.
“Es mejor enfermar 100 niños que uno” (sic López-Gatell), bajo la ya probada como inútil y fracasada teoría del contagio de rebaño como método para ‘inmunizar’ a la población de forma acelerada.
López-Gatell se convirtió para su desgracia y la nuestra, ciertamente luminosa y espectacular, en el monigote del presidente para atender la pandemia. Un capricho presidencial evitó, bajo consigna expresa, que se recomendara el uso generalizado del cubrebocas. Alguno de los innumerables prejuicios y complejos del mandatario, instruyó cancelar “esa payasada” que se usó en tiempos de Calderón (crisis de la A/H1N1).
El hoy célebre doctor tuvo que inventar mil y una excusas, todas absurdas y contrarias a parámetros internacionales de la OMS, para desacreditar la eficiencia del cubrebocas.
“No está comprobada su eficiencia para evitar el contagio” (sic López-Gatell).
“Es un filtro que previene más el provocar un contagio que contraerlo” (sic López-Gatell).
Todos los países –serios– del mundo han recomendado e implementado medidas coercitivas en su población para portar el tapabocas. Nosotros, junto con Brasil y Estados Unidos –de ahí lo de serios– somos la excepción. Que lo use el que quiera. Y ahí tiene usted la propagación de la enfermedad con un contagio que, según cifras oficiales, superó ayer los 500 mil casos positivos en México. Las cifras extraoficiales hablan de varios millones de contagios.
¿Por qué la indolencia de la autoridad?, ¿por qué la necedad de rechazar una herramienta preventiva que puede salvar vidas? Por decisión política, porque aquí no se trata de la salud de los mexicanos, sino de la absurda, inútil e intrascendente imagen de los políticos. La mayor contradicción es el uso entre secretarios de Estado en sus oficinas y juntas, pero no en presencia del presidente. El señor Moctezuma de Educación, se lo pone hasta en los enlaces vía zoom, pero no cuando está con AMLO. Ridículo.
Lo más lamentable es que López-Gatell es médico, formado bajo criterios científicos que hoy desprecia por complacer a su jefe.
Los datos son inequívocos: México cruza la línea del medio millón de contagios con más de 54 mil muertos en periodos más cortos en que España, Italia, el Reino Unido alcanzaron las cifras que hoy, junto a las nuestras, provocan envidia.
El presidente afirma que no tiene reporte de rebrotes, y no los habrá, puesto que aquí nunca ha disminuido la curva de contagios y decesos, lo que quiere decir que es el brote inicial que no ha dejado de cobrar víctimas.
Los gobernadores de algunos estados (11 de ellos, la mayoría panistas y uno de Movimiento Ciudadano) piden la salida de Gatell, ante la aplastante evidencia de su incapacidad. AMLO no hace caso, no escucha, responde lo mismo cada vez que un funcionario de su equipo es señalado por alguna u otra causa, “yo le tengo confianza”. Con eso basta, aunque se acumulen los muertos, cuando las clases populares se ven diezmadas por una política de salud inexistente, por una insensibilidad ofensiva.
Llama la atención que AMLO –sin duda un conocedor profundo del sentir social– no preste atención a esta escandalosa escalada de muertos y contagios. El impresentable diputado Fernández Noroña (diputado del PT aliado del presidente) afirma “los muertos del Covid no son nuestra responsabilidad” – del gobierno se entiende. ¿Entonces de quién?
¿Hay gobierno o no hay? ¿Hay autoridad que cumpla su función constitucional de proteger la seguridad y salud de los mexicanos? Aquí lo que domina es el ‘Chapulín’ Gatell –con disculpas a Don Roberto– por la improvisación diaria ante un tsunami infeccioso que no detuvieron, nos arrasó y esperan pacientemente a que disminuya solo.
No sucederá. Sigue habiendo millones de mexicanos vivos y no infectados que serán víctimas y blanco de un virus altamente contagioso.