*A ESTRIBOR*
_Juan Carlos Cal y Mayor_
Lo sucedido en el Capitolio de los Estados Unidos, no tiene precedente en la historia de los Estados Unidos. La irresponsabilidad del peor presidente que ha tenido ese país ha puesto en riesgo a la ejemplar democracia norteamericana. Asusados por Trump sus iracundos seguidores tomaron por asalto la sesión en que se daría cuenta de los resultados del colegio electoral para solo ratificar la voluntad expresa en las urnas. Joe Biden no solo ganó la mayoría de los votos electorales, sino que además se alzó por arriba de 80 millones de votos contra casi 74 de su oponente. Lo predijeron todos los sondeos de opinión, no hubo sorpresas. De ahí que su triunfo es inobjetable.
A pesar de ello, los cuestionamientos y señalamientos de un supuesto fraude, por parte del aún presidente, provocaron la ira de sus seguidores, de lo que resultaron 4 personas fallecidas. La turba que se apoderó del Capitolio y obligó a los representantes del congreso a suspender la sesión y desalojar el edificio, no representa ni remotamente la voluntad popular. Fue un acto de sedición donde el principal protagonista, el propio presidente, obligado a respetar la constitución, la vulneró con sus actos. Esto llevó a sugerir la posibilidad de aplicar la 25 enmienda por la cual la cámara de representantes destituiría al presidente que aún tiene 12 días de mandato.
Es de destacar el comportamiento prudente de Joe Biden, quien es ahora el presidente electo de los Estados Unidos. Ante un congreso divido en dos por demócratas y republicanos, estos últimos actuaron con la más absoluta responsabilidad al no prestarse al juego objetar la elección a pesar las presiones. Quien se llevó las palmas fue el vicepresidente Mike Pence, quien presidió la sesión y desoyendo a Trump, actuó con una estatura política que le valdrá su pase a los anales de la historia en ese país.
Cierto que el sistema electoral norteamericano ya es obsoleto y tendrá que ser mejorado para evitar futuras crisis institucionales. En esa materia nuestro país le lleva, por mucho, ventaja, dado todos los candados de seguridad en nuestro sistema electoral. Solo que aquí priva la desconfianza, el cochupo y la compra de votos. En los Estados Unidos el voto ciudadano no se presta ni al acarreo, compra o manipulación de resultados. Por esa razón no procedieron las impugnaciones del equipo de abogados de Trump encabezados por el exalcalde Nueva York, Rudolf Giuliani. Tan solo se trata de pequeñas irregularidades dados los mecanismos de votación como el voto por correo que no es simultáneo al día de la elección. Imaginemos por un rato que en México fuera así. Sería el acabóse.
Resulta inevitable comparar lo sucedió en México en las elecciones del 2006, descalificadas de antemano por López Obrador en caso de que no resultara electo. Se cansaron de preguntarle en los dos procesos electorales si reconocería su derrota, cosa que nunca hizo ni aún con Peña Nieto que lo aventajó por más de 3 millones de votos. La similitud con las denuncias de fraude en 2006 es enorme. Unas cuantas actas sirvieron de pretexto para intentar descalificar de facto la elección que favoreció por estrecho margen a Felipe Calderón a sabiendas de jurídicamente jamás prosperarían.
Preocupa pensar que esa misma conducta se repita en México si los resultados de la elección no favorecen a Morena y sus partidos satélites. Basta con ver que los aplaudidores de Amlo y al mismo tiempo defenestradores de la oposición, no solo no reprobaron sino hasta se sumaron a los cuestionamientos del deschavetado presidente norteamericano. Con características distintas aquí prevalece el mismo divisionismo, resentimiento y odio fomentado desde el poder. Por eso hay que poner nuestras barbas a remojar dado que se puede reproducir el mismo comportamiento solo que aquí las consecuencias serían nefastas dada la fragilidad nuestras instituciones en nada comparadas con la solidez institucional de Estados Unidos.
Regresarán allá la normalidad, el respeto a la pluralidad, la libertad de expresión y el liderazgo. Aquí lo que nos va de por medio en las elecciones venideras es esa misma meta para salvar a nuestro país de la degradación de nuestras instituciones y la consolidación de un poder demagogo, faccioso, falaz, autócrata y dictocrático…