A ESTRIBOR
_Juan Carlos Cal y Mayor_
La política es el único medio pacifico para acceder al poder. En las democracias se establecen las reglas para ello. No se puede de ninguna manera desde el poder descalificar ese propósito si quienes compiten por él lo hacen dentro del marco legal. Sobre todo, si en el uso de ese poder se está llevando al país al fracaso. Si un gobierno no funciona se le cambia y listo, así como llegó se va. Eso es lo que se da en llamar la alternancia. Un mecanismo que permite a los electores premiar o castigar los aciertos y yerros en el ejercicio de gobierno. Es, la normalidad democrática.
Lo grave es, cuando desde el poder no se respeta la ley. Cuando los encargados de aplicarla se subordinan a ese poder. Cuando los mecanismos e instituciones para evitar los abusos son atacados o desmantelados. Cuando se atenta contra la libertad de expresión. Cuando se dispone a discreción y con total opacidad de los recursos públicos. Cuando se monopolizan arbitrariamente las políticas públicas.
Eso es lo que está sucediendo en México. Al tiempo que existe una visible y risible manipulación de las masas. Un adoctrinamiento que polariza con evidente propósito. Un líder político que dice encarnar al pueblo y desprecia a la ciudadanía. Más grave aún la militarización del país. Llegará un momento en que no les bastará el pueblo para sostenerse en el poder. Vendrá la mano dura contra los disidentes. La dictocracia, que es la dictadura disfrazada de democracia.
Los regímenes totalitarios no son cosa del pasado, existen. Basta ver Venezuela, Cuba, Nicaragua, Corea del Norte, los más ostensibles. Cuando el pueblo se da cuenta del error, ya es demasiado tarde. Así estamos ahora. Aún dudando y otorgándole el beneficio de la duda al presente desastroso. Alegando que, con la alianza opositora entre el PRI, el PAN y el PRD, volveremos al pasado cuando presuntamente estábamos peor que nunca. Pensamos que caer el suelo era el límite y ahora estamos en caída libre en un profundo abismo. No hay evidencia probable que demuestre lo contrario.
Nada le ha salido bien a este gobierno porque nada sabe hacer. Su principal estandarte, la lucha contra la corrupción, ha perdido toda credibilidad. Los familiares del presidente lucran en sus narices y gozan de cabal impunidad. Los grandes capos del narcotráfico son intocables, les han entregado al país. La mafia del poder se regodea haciendo negocios de la mano del poder. Salinas Pliego maneja las remesas y las tarjetas de bienestar. Él sí está feliz, feliz. Slim construye el primer tramo del cuantioso gasto para el tren maya. Y los chayoteros de ahora, barateros, se conforman con migajas para hacer malabares defendiendo lo indefendible.
Metido de lleno ilegalmente a la campaña como su vocero, el presidente dice que le quieren quitar el presupuesto como si fuera de su propiedad. Hambrea al pueblo para tenerlo comiendo de su mano. Dilapida nuestros impuestos. Una corte de idiotas útiles aplaude con fe religiosa al líder inmaculado de su secta. Lo justifica, defiende sus pifias, celebra que los que llama privilegiados, sufran por las sandeces que a diario nos propina a todos, incluyéndolos.
No es solo una lucha entre partidos lo que viene. Es contra Morena y sus secuaces que quieren raptar al país. Se trata en esencia, de salvar a México de esta espiral de violencia, la ruina económica y el desastre sanitario. Se trata, sí, de salvar la democracia, maltrecha si se quiere, pero al fin democracia.