Las Naciones Unidas celebran su 75 aniversario y lo hacen en un momento de crisis mundial que ha puesto a la organización en una situación crítica, debatiendo su papel real en un contexto global acuciado por varias crisis a la vez: sanitaria, económica y social, para la que su única receta es más multilateralismo. Sin embargo, el poder de la institución es frágil y la celebración de la efeméride conlleva a una introspección profunda no sólo del estado del planeta y sus liderazgos, sino también de la propia organización.
El secretario general de la ONU, el portugués António Guterres, reconoció que “hoy en día hay un excedente de desafíos multilaterales y un déficit de soluciones multilaterales”, insistiendo en la necesidad de trabajar en equipo para salir de las cuestiones globales. Para evitar las suspicacias de los movimientos nacionalistas y aislacionistas que cada vez más dominan el panorama político mundial, Guterres tuvo que salir al paso para presentar la ONU como un acompañante, un canal de ese trabajo conjunto necesario. “Nadie quiere un gobierno global, pero tenemos que trabajar conjuntamente”, insistió el portugués.
Ni que sea para seguir con el vigente mayor éxito del organismo: el haber evitado una tercera guerra mundial, un hito que “se tiene que preservar”.
Los jefes de Estado y de gobierno participaron de una ceremonia de celebración del 75 aniversario única, totalmente virtual, con discursos pregrabados por primera vez en la historia. Todos con un mensaje de felicitación y llamados al multilateralismo para salir del desconcierto actual.
No será fácil y menos con el desdén de algunos países, empezando por Estados Unidos. Estaba previsto que participara en el evento el presidente Donald Trump, pero pudo más su aislacionismo y su desacuerdo con varias agencias del organismo. Se retiró de la Unesco y anunció que hará lo propio con la OMS. Ni siquiera fue la embajadora estadounidense ante la ONU: dejaron la papeleta a la segunda de la misión, un cargo interino, para que hiciera el discurso pertinente.